Este pequeño y olvidado pueblo se mantiene en los anales de la historia gracias a la posición tan estratégica que ocupaba en la rebelión de los moriscos, allá por 1569. Los granadinos musulmanes se rebelaron y se refugiaron principalmente en la Alpujarra y el Valle de Lecrín. Esta población era una de las claves de su defensa al estar situada en la inexpugnable garganta que forma su río.
Estuvo habitado hasta los años 50 del S. XX donde aún se celebraban sus procesiones en honor de San Marcos, con banda de música incluida. La procesión discurría desde el pueblo hasta la ermita de la Virgen de las Angustias situada en el Puente de Tablate. En los años 60 empezó a perder población hasta que en los 70 quedaron unas 10 familias reducidas a una en los 90. Un pastor fue su último habitante. Este pueblo lo poblaron los Abarca, Aporta, Fernández, Gómez y Molaens de Galicia en sustitución de los moriscos que vivían con los Villaverde.
Tablate mantiene una alberca de tierra alimentada de agua de la sierra, por unas laberínticas acequias, que abastecía la vega del pueblo. Las casas ofrecen una serie de balcones, puertas y ventanas con líneas constructivas de hace más de 50 años que hacen un bello conjunto con la Torre defensiva. Aún quedan restos de empedrados, en lo que fueron los lugares importantes de la población y se mantiene un horno de ladrillo del cocido del pan.
Torre de Tablate.
Probablemente construida en el siglo XVI para defender la zona durante la rebelión de los moriscos, es una torre de la que parten murallas de protección. Debió de formar parte del reducto defensivo que existió en la alquería, para la guarnición que vigilaba el estratégico puente de Tablate. Fue presidio en la guerra de los moriscos contra Felipe II.
Interiormente se encuentra macizada con hormigón de cal. El techo de la planta baja está formado por grandes vigas de madera que se apoyan sobre muros de ladrillo. Esto nos hace pensar en la torre de prensado de viga arábiga de una almazara.
Iglesia de Santiago
Construida en el siglo XVI, conserva un bello artesonado mudéjar. Sufrió los avatares del levantamiento de los moriscos y la posterior guerra. Se reconstruyó a partir de la tasación de Ambrosio de Vico en 1605. Finalmente, a comienzos del S. XVIII, se dotó a esta Iglesia de sacristía y campanario. En la actualidad, el templo se encuentra abandonado y quiere resistir al paso del tiempo, aunque ha empezado a ceder por el tejado.
Ermita de la Virgen de las Angustias.
Ya Madoz en el S. XIX nos hablaba de “una ermita de Ntra. Sra. de las Angustias sobre el puente, por el que pasa la nueva carretera”. Aquí nunca faltan flores frescas en su honor. De la ermita, precisamente, tomaría su nombre la vecina Venta de las Angustias, conocida como venta de Tablate o de Luis Padilla. Está situada unos metros más adelante, justo en el punto donde la carretera hacia Lanjarón y la Alpujarra se bifurca de la nacional Bailén-Motril.
Como fiel protectora de los viajeros, en su islote pétreo, la amada Virgen vela por nuestro caminar. Detén un instante tu paso y rézale o háblale unos minutos, ya verás cómo a partir de aquí será más llevadera tu travesía.
Paso del antiguo Camino Real.
Situado sobre un estrecho tajo de unos cien metros de profundidad y cuyas paredes parecen tocarse en algunos puntos, este lugar fue escenario de la más importante y decisiva batalla de la Guerra de las Alpujarras, acontecida el 10 de enero de 1569, cuando las tropas cristianas del Marqués de Mondéjar desarbolaron a los moriscos sublevados bajo el mando de Abén-Humeya.
Pedro Antonio de Alarcón, tras su literato viaje alpujarreño de 1872, describía así su impresión del lugar:" El terreno se angostó al poco rato, formando una profunda garganta, y minutos después pasamos el imponente y sombrío Puente de Tablate, cuyo único, brevísimo ojo, tiene nada menos que ciento cincuenta pies de profundidad. El Tablate, más que río, es un impetuoso torrente que se precipita de la Sierra en el Río Grande, abriendo un hondísimo tajo vertical, tan pintoresco como horrible. Aquella cortadura del único camino medio transitable que conduce a la Alpujarra, es una de las principales defensas de este país, su llave estratégica, el toso de aquel ingente castillo de montañas".
Evidentemente, la existencia de un puente en Tablate debe de ser muy antigua, ya que toda ruta posible de Granada a la Costa o a la Alpujarra ha de hacerse forzosamente a través del Valle de Lecrín -paso natural por donde el Neolítico penetró en Andalucía Oriental- y siempre ha existido allí el problema del barranco. Pero no ha habido uno solamente, sino muchísimos puentes sucesivos en lo que hoy llamamos Puente de Tablate: "Quemados unos -dice Alarcón-, volados otros, y todos cubiertos de sangre de fenicios, cartagineses, romanos, godos, árabes, moriscos, austríacos o franceses, y, por supuesto, de españoles de todos los siglos". Porque Tablate, por su condición estratégica y clave, ha sido a lo largo de la Historia escenario de numerosas acciones de combates importantes y batallas en las que siempre hubo que subordinar el plan de campaña al perpetuo fenómeno topográfico.
Vista de los dos puentes más antiguos.
Al fondo la ermita de nuestra señora de las Angustias…
Sin duda, el hecho más llamativo ocurrido en Tablate fue el protagonizado por un fraile franciscano en la fecha antes señalada, durante la guerra contra los moriscos. Sucedió que, a los 17 días de la coronación de Abén-Humeya y encontrándose ya éste en el corazón de la Alpujarra con la mitad del reino granadino alzada en su favor, el 10 de enero del 1569 llegó a la vista del puente el Marqués de Mondéjar con un cuerpo de ejército de 2.000 infantes y 400 caballos. Los rebeldes, en número de 3.500, según narran las crónicas de Diego Hurtado de Mendoza, habían roto el puente y se atrincheraron al otro lado del barranco, en la seguridad de que sería imposible atravesar por allí. Para su sorpresa, sin embargo, según cuenta el historiador, surgió entonces el arrojo religioso:
"Dio entonces ejemplo a los soldados y terror a los moriscos, un fraile francisco llamado Fray Cristóbal Molina, el cual, con un crucifijo en la mano izquierda, una espada en la derecha, los hábitos cogidos en la cinta y una rodela a la espalda, llegó al paso, se apoyó en un madero, saltó, y, cuanto todos esperaban verle caer, se admiraron de contemplarle salvo en la orilla opuesta. Siguiéronle dos soldados animosos: uno cayó y murió en lo hondo; el otro fue más afortunado. Recompusieron éstos los maderos al abrigo del fuego de los arcabuceros, facilitaron el paso a otros, y, rechazados los moros y consolidado el puente con tablones y piedras, pasó toda la división con caballos, carros y artillería, y se alojó en Tablate".
En la actualidad, el puente viejo, que aún se conserva como una auténtica reliquia del pasado, es una obra, casi con toda probabilidad, de finales del siglo XVI o principios del XVII.
“Déjate llevar mi fiel amigo por el camino de las impresiones…posa tus sentimientos en este puente y cierra los ojos, pues el tronar de la historia aun se puede escuchar... Contempla como la vista se pierde en las profundidades de esta tierra y la imaginación navega por los recónditos secretos de este lugar”.
El nuevo puente de Tablate, fue construido en los noventa y considerado en su día el más grande de España entre los de su clase. De estructura metálica, con un sólo ojo y 200 metros, está soportado a 25 metros de altura por dos pilares separados por 140 metros de distancia. Para su realización se necesitaron 950 toneladas de acero.
Una última curiosidad. Situadas en el barranco de Tablate, nos vigila una familia de “ballenas”. Estas formaciones rocosas se pueden contemplar desde la carretera antigua y emulan perfectamente la boca, ojos y contorno de unas "particulares ballenas"
A la derecha de la foto podemos observar la extraña configuración del terreno y con un poco de imaginación, llegamos a observar las ballenas que parecen asomarse en la montaña.